El krill (Euphausia superba) es un crustáceo pequeño, parecido al camarón, que vive en las aguas gélidas del Océano Antártico, y que representa la biomasa animal más abundante del planeta. Del Krill podemos extraer un aceite con unas cualidades especiales: está compuesto por ácidos grasos Omega 3, fosfolípidos, colina, Vitamina A y E, y en menor proporción Omega 6 y 9. Además contiene astaxantina, un poderoso antioxidante responsable del color rojizo del krill. Todos estos nutrientes hacen que consumir aceite de krill sea beneficioso para nuestra salud.
Los ácidos grasos Omega 3 presentes en el aceite de krill se encuentran unidos a fosfolípidos, a diferencia de los aceites de pescado cuyos Omega 3 se encuentran unidos a triglicéridos. Los fosfolípidos son componentes de las membranas celulares, y contribuyen a la mejor absorción de los Omega 3 (EPA y DHA), facilitando su paso por las paredes intestinales e incrementando su biodisponibilidad, hasta 2.5 veces más biodisponible que el aceite de pescado. En cambio, los omega 3 procedentes de pescado necesitan ser digeridos en el lumen intestinal por la bilis para su posterior absorción, por lo que su aprovechamiento y rendimiento es menor. Además, el aceite de krill al asimilarse a nivel intestinal por su forma fosfolipídica, y gracias a su contenido en el antioxidante astaxantina, no repite ni produce retrogusto.
La pesca del Krill y la extracción de su aceite influye sobre manera en el resultado final, al mantener la integridad y eficacia del producto. Para conseguir la más alta calidad de aceite de krill, es importante que la extracción del aceite se haga en frío, ya que de esta forma se mantienen intactas las propiedades biológicas. Además, gracias a este tipo de extracción se conserva de forma natural una cantidad de astaxantina muy importante.
Los ácidos grasos esenciales (AGES) son fundamentales para que nuestro organismo realice las funciones metabólicas básicas de supervivencia. En el aceite de krill es muy destacable la proporción entre los Omega 3, 6 y 9. El aceite de krill cuenta con un ratio de Omega-3/6/9 de 15:1:6, lo que ayuda a contrarrestar el desequilibrio a favor de los omega 6 que existe en la dieta occidental actual y equilibrando la balanza a favor de los Omega 3, es decir, a un estado antiinflamatorio.
Deberíamos ser capaces de obtener los Omega 3 a través de una dieta variada y saludable, pero debido a que estas grasas están cada vez más ausentes en los alimentos, así como al estrés, tabaco, alcohol, malos hábitos alimenticios y enfermedades, los requerimientos de estos ácidos grasos esenciales se incrementan.
El aceite de krill es un complemento alimenticio muy útil para aquellos que desean cuidar su corazón, gracias a su excelente combinación de Omega 3, que también es beneficiosa para el cerebro. Además en Canadá, país de origen del aceite de krill extraído en frío, las autoridades sanitarias consideran que su consumo contribuye al alivio sintomático en la inflamación de la musculatura y articulaciones (artrosis) y en el síndrome premenstrual y dismenorrea, así como un apoyo en el tratamiento con medicamentos para reducir el colesterol.
Pero, ¿qué pasa con la posible pérdida de biomasa del krill? No debemos preocuparnos. A parte de ser la mayor biomasa animal del planeta, la pesca está regulada. En 1993, la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos (CCRVMA) dictó unas normas de fijación de la industria de la pesca del krill para garantizar un futuro sostenible. Hoy en día su captura representa un 1,56% de la cuota permitida.